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El lugar donde los sueños se hacen realidad.

  • Gerardo Meixueiro
  • 5 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Conforme la cuarentena termina y las cosas vuelven a la normalidad (o al menos eso apartentan), no puedo evitar pensar en los planes que se vieron frustrados y tuvieron que ser pospuestos hasta no se cuanto tiempo mas. No puedo evitar pensar: este año me iba a Disney.


¿Triste? Si. ¿Decepcionado? Bastante. ¿Que chingue a su madre el Peje? Absolutamente.

La idea de reconocer que fui una de las tantas personas a las que el covid le arruinó sus planes no es para nada confortante. Si bien lo que a mi me pasó es meramente superficial y no es grave como muchas de las difíciles situaciones que un sin fin de personas tienen que estar pasando, se siente un vacío en el alma, se siente que falta esa emoción por hacer la maleta lo antes posible y emprender el viaje al lugar donde la magia cobra vida. ¿Cursi? Obvio.


Y no puedo mentir, crecí en un hogar Disney. Por la mañana desayunaba Toy Story y por la noche cenaba Tarzan. Crecí en una familia enamorada de los diálogos y las canciones, enamorada del ratón mas famoso del mundo. Mi infancia, lo que soy actualmente, fue construido por Mickey Mouse. Si, tengo 23, ya no soy un niño, pero me gusta pensar que la edad solo es un número para lo que tú corazón realmente quiere.


Mi historial de YouTube esta llenó de reseñas y tours del hotel Disney en el que me iba a hospedar. En el Blu-Ray está girando el disco de Peter Pan. En mi celular, la página de Disney World en un constante refresh para poder ver cuando reanudan operaciones. No puedo abandonar el sueño.


Los castillos son de plástico. Solo son empleados disfrazados. Pero cuando estás en el lugar donde los sueños se hacen realidad, las risas son reales.


Chinga tu madre, covid.


 
 
 

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